"Jorge Mario quería volar, remontar las alturas inconmensurables, poéticas... como el Cóndor; subir a los árboles y saltar de rama en rama o de un árbol a otro, en largos bejucos, como lo hace el Mono y lo hizo Tarzán; y bajar a las profundidades del mar y explorar las ciudades y las maravillas submarinas que existen en ese mundo misterioso, como lo hicieron el dios Poseidón y como lo hace la Tortuga, la ballena, el salmón, el tiburón, el delfín y otros innumerables peces. Era un niño encantado de la vida, de la naturaleza y del maravilloso y gran mundo viviente, de la selva y del cosmos... Lo fascinaba un amanecer en medio de los crepúsculos de la vivaracha aurora, lo mismo que una tarde adormitada en los arreboles, y en las hermosas acuarelas del sol de los venados. Le gustaba leer mucho y aprender todo lo que se refería a las ciencias naturales, a la historia, a la zoología y a la botánica en particular, de la misma manera que se fascinaba por la literatura y la poesía en particular... y era un poeta que escribía poemas con el corazón, versos con el lapicero del alma y estrofas con la tinta de su espíritu y de su hemoglobina..."
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